miércoles, 4 de noviembre de 2009

La niña rubia con la cara triste

Como la pasta sin carnecita picá. Como los esparragos sin mayonesa. Como las fantas de naranja sin aceitunas que la acompañen. Así de triste...o más.

La niña rubia con la cara triste ha crecido. Ahora tiene ilusiones, sueños cumplidos y escucha música en francés. Ahora es igual de alta pero llega más alto, es más gorda pero cabe en muchos más pantalones. Ahora tiene el pelo más corto pero necesita menos pinzas. Ahora baila casi todos los días...sin zapatillas. La niña rubia con la cara triste tiene algunos pilares donde apoyarse. Un bastón para sus meteduras de pata, una medalla olvidada y rescatada, mil dedicaciones y cero tiempo, muchos frentes que conserva con ternura, las ganas de decir que sí y unas lentillas para cada día de la semana.

La niña rubia con la cara triste tiene algunos ángeles de la guarda: unos se los dió la vida, otros se cruzaron en su camino, otros pagaron el peaje correspondiente y algunas me las encontré por casualidad. También tiene unas manos que le arropa por la noche, le da los buenos días, le agarra para que no se caiga, le invita al cine, le regala los besos y le mira intenso.

La niña rubia con la cara triste ahora es casi libre...Dejó lejos los malos modos, las caras largas, las peores contestaciones, las energías negativas, las voces y las pérdidas...La niña rubia, ahora, se compró pinturita para sus labios...

La niña rubia con la cara triste, ya no es tan niña, ni tan triste y aunque no lo parezca, ya no es tan rubia.

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