Nathan se levantó por la mañana. Se levantó como cada mañana a preparar el desayuno a la joven Tiphaine. Tostadas, mantequilla, queso, mermelada, café, zumo de naranja y algún día que otro, unas dulces tortas. Luego la despertaba hablándole al oído muy bajito. Ella siempre protestaba aunque en el fondo se moría de hambre. Cuando Tiphaine abría los ojos, Nathan volvía a la cocina y la esperaba paciente mientras huntaba la mantequilla en la recién tostada.
Una mañana, Nathan se levantó como cada mañana. Abrío el frigorífico y no había mantequilla. Cuando ella, remolona, se sentó en su silla desayunera, no tenía tostada.
Esa mañana se desayunaron los labios huntados en mermelada de naranja.
Una mañana, Nathan se levantó como cada mañana. Abrío el frigorífico y no había mantequilla. Cuando ella, remolona, se sentó en su silla desayunera, no tenía tostada.
Esa mañana se desayunaron los labios huntados en mermelada de naranja.
1 comentario:
A veces la vida es como un vals...
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